El empleo de plomo sin la aleación con otros metales (estaño o bismuto) daba gran maleabilidad a la figura pero sin embargo ocasionaba frecuentemente la denominada "enfermedad del plomo" que se manifestaba con la destrucción de la pintura y la eflorescencia de un polvo gris blanquecino (carbonato de plomo) y en el peor de los casos, llegando incluso a arruinar la figura, a la que tanto trabajo se le había dedicado.
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